Esta torre-campanario, singular por su especial ubicación, tiene un gran valor histórico y emocional y es el gran icono patrimonial de la capital de la Plana
Su altiva figura y su magnetismo –arquitectónico y visual– acaparan la atención en la plaza Mayor de Castelló, donde cohabita con el ayuntamiento, el mercado municipal y la Concatedral de Santa María, de la que está separado; de ahí su nombre: Fadrí (soltero). Una torre-campanario octogonal, de estilo gótico valenciano, finalizada en el siglo XVII. Tiene 58 metros de altura y está dividida interiormente en cuatro estancias: Cámara del reloj, Prisión de clérigos, Vivienda del campanero y Sala de campanas. Hay un total de once: ocho de volteo, en esa sala, y tres fijas, en el chapitel. Subir hasta ellas por una escalera de caracol de 188 peldaños es como retroceder 4 siglos… y sumergirse en la historia de Castelló.
La historia del principal icono patrimonial de Castello, El Fadrí, arranca en 1437, casi dos siglos antes su finalización (1604). Pero ¿por qué erigirla separada de la Concatedral de Santa María, como sería lo habitual? Porque el ‘maestro de las horas’ advirtió que el repicar de las campanas de este templo estaba dañando su estructura. Así que en 1457 empezaron las obras de una nueva torre-campanario independiente. Pero el encargado de la misma –el maestro cantero Saera– tuvo que dejar Castelló doce años después, tras haber levantado solo los ocho primeros metros… y la edificación quedó paralizada durante más de un siglo.
Fue en 1591 cuando se reanudaron las obras –a cargo del portugués Damián Méndez– y concretaron sus características técnicas: de piedra picada y sobriedad decorativa, rasgos del estilo desornamentado que desde finales del siglo XVI caracterizaba a la arquitectura española. Aquel singular proyectó finalizó trece años despues, en 1604, alzándose 58 metros en su cuerpo central, con una circunferencia de 29 metros en su cima. Y desde entonces ha sido el encargado de avisar a los habitantes y labradores del campo de la presencia de algun peligro, de dar las horas para levantarse, entrar y salir del trabajo… y de anunciar las fiestas.
Su nombre actual se lo dio el poeta local Bernat Artola en uno de sus versos: “El campanar de la Vila és fadrí de veritat. Te la consciencia tranquila y el cervell destarifat; perquè diu que la experiencia de la vila li ha mostrat, que la millor conveniència es viure sense veinat” (El campanario de la villa es soltero de verdad. Tiene la conciencia tranquila y el cerebro destarifado; porque dice que la experiencia de la Villa le ha demostrado, que la mejor conveniencia es vivir sin vecindario). Todo un símbolo de la fuerza, honradez, durabilidad y nobleza de Castelló.
El interior de El Fadrí
El acceso a la torre-campanario –catalogada como Bien de Interés Cultural– se realiza a través de una pequeña puerta adintelada, con un frontón triangular, una hornacina con volutas y los escudos del Reino de Valencia y las Torres de Castelló. Y a ambos lados, dos contrapesos que antes servían para tocar desde allí las campanas.
A continuación, una escalera de caracol con 188 escalones conduce hasta la cúspide pasando por sus cuatro estancias. La Cámara del reloj (escalón 78) acoge la maquinaria de un reloj mecánico (1850), sustituido hace medio siglo por un ordenador y tres mazos. También pueden verse pinturas que representan a un soldado del siglo XVII. La Prisión de los clérigos (escalón 95) cuenta con una ventana enrejada y una letrina con un canalón que conecta con el exterior, además de una pintura de la Sagrada Familia. La Vivienda del campanero (escalón 122), que llegó a acoger hasta una decena de personas, reproduce también una de las cenefas descubiertas en la última restauración. Y la Sala de campanas (escalón 145), alberga ocho de volteo que llevan estos nombres: Dolores, Joaquina, Cristina, Victoria, Jaime, Ángel, Vicent (que despierta a las 6 de la mañana del día de la Romería de la Magdalena) y María (que anuncia la vesprà de la Magdalena).
Desde la cuarta estancia se accede a la Terraza (escalón 188), en la que lucen ocho gárgolas: dos perros (símbolo de la fidelidad y de Sant Roc, antiguo patrón de Castelló), dos leones (emblema del evangelista San Marcos, que representan la fuerza y la majestad), dos águilas reales (que también expresan poder) y dos arpías (seres mitológidos que significan culpa y castigo). Esta terraza acoge un chapitel de planta triangular con pilastras de orden toscano cubiertas con tejas azules, y rematado con una veleta. Su interior alberga tres campanas más: Tófol (en honor a San Cristóbal, patrón de la ciudad) es la más antigua, data de 1604, pesa 2.156 kilos y, desde entonces, es la que da las horas; y Ana y María del Lledó dan los cuartos.
El Fadrí cobra también protagonismo en las fiestas de la Magdalena con la Enfarolà, en la que –tras procederse a descolgar desde su cima el cartel anunciador de cada edición– es el epicentro de un espectacular castillo de fuegos artificiales.
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