63 kilómetros de serpenteantes carreteras para recorrerlas con calma, disfrutando de los espectaculares paisajes que regalan las comarcas del Maestrazgo y Andorra-Sierra de Arcos.
Quienes huyen del estrés que producen los atascos, las aglomeraciones y el odioso ruido de los cláxones, encuentran en la A-1702 un escape hacia un momento de calma. Un momento en el que solo importa transitar la carretera sin prisa, dejándose atrapar por unos paisajes que por momentos parecen irreales. Adentrándose en las comarcas del Maestrazgo y Andorra-Sierra de Arcos, los viajeros se embarcan en un itinerario en el que detenerse a cada instante para vivir un territorio en el que sus pueblos, sus parajes naturales, su gastronomía y sus miradores consigan romper el silencio entre exclamaciones de asombro.
‘The Silent Route’ o la ruta del silencio es una carretera panorámica donde lo importante es disfrutar, conducir despacio para sentir la grandeza de los paisajes que vas a encontrar, pararse en cada pueblo, en cada ensanche de la carretera, y emocionarse ante este espectáculo natural. Básicamente, se trata de practicar el ‘slowdriving’, o conducción sin prisas. Algo que, sin duda, necesitan todos aquellos absortos en su rutina de ritmos frenéticos y prisas.
A lo largo del trayecto que comparten las comarcas del Maestrazgo y de Andorra-Sierra de Arcos, el viajero se adentra por 63 kilómetros de la pura esencia turolense en la que no sólo se disfruta del paisaje conduciendo o pedaleando. A cada momento hay un mirador, un desvío, un alto en el camino que invita a detenerse en rincones de una belleza inusitada.
Conviene deleitarse con las parameras Ejulvinas, en la extensa llanura que abre la ruta desde Gargallo (N-211) en las que predominan los relieves retorcidos y las orografías indomables. También es de obligada visita los estrechos de Valloré, un espectacular tajo de apenas tres metros de ancho y una longitud de casi 200 metros, abierto entre paredones que superan los 100 metros de alto. Desde luego hay que parar a vivir los Órganos de Montoro, Declarado Monumento Natural por el Gobierno de Aragón en 2010, se trata de auténticas murallas de piedra producidas por la erosión e inclemencias del tiempo, dando como resultado un complejo majestuoso, contundente y vertical. Los escarpes y las crestas puntiagudas que jalonan la carretera alcanzan aquí su máximo esplendor.
Pero, además de todas las experiencias que propone esta ruta, lo que hay que hacer sin lugar a dudas es pararse en sus pueblos. Gargallo, Ejulve, Pitarque, Cañada de Benatanduz, Cantavieja, o Villarluengo con su pedanía de Montoro de Mezquita; son rincones en los que perderse por sus calles apreciando los detalles de fachadas, balcones y arcos de medio punto. Son lugares en los que confluyen diferentes estilos arquitectónicos, dotándoles de esa esencia tan suya y que convierten la visita en un viaje al pasado sensacional. La visita por cualquiera de ellos debe de ir acompañada por una degustación de los mejores productos de la tierra. Un buen banquete en la Ruta del Silencio debe contar con un buen jamón, conservas de cerdo, embutidos, queso, miel, setas, pan y dulces como tortas de alma, mantecados, carquiñoles, mostachones, torticas de anís y almojábanas.
En coche, moto o bicicleta, la Ruta del Silencio se convierte en un momento para olvidarse de agobios y centrarse en conocer, en vivir, en disfrutar, en sentir un rincón de la provincia de Teruel que promete ser inolvidable. Tomar las curvas con calma, dejar de lado el acelerador en las rectas para emocionarse con un paisaje que hace que esos 63 kilómetros se queden en apenas nada.
Más información:
www.sienteteruel.es