Testigos de un pasado rural que hoy en día recobra un nuevo significado, los molinos de Formentera son auténticos monumentos que se mimetizan con el paisaje.
Hace siglos, a la pequeña de las Pitiusas se le conocía como ‘la isla del trigo’ o ‘Frumentaria’, como la bautizaron sus primeros pobladores. Y es que, a sus paradisíacas playas de aguas cristalinas, sus dos mágicos faros y su salvaje entorno que tanto atrapan al visitante, debemos añadir una media docena de molinos de viento perfectamente integrados en su paisaje. Ellos forman parte del patrimonio etnográfico de la isla y son fiel testimonio de la importancia que tuvo el trigo para la economía y subsistencia de Formentera. Un paseo por la isla para descubrirlos y admirarlos es otra manera de inhalar la más pura esencia agrícola y rural de una isla respetuosa con el medio ambiente.
¡Qué grandes batallas habría librado el ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha si hubiera tenido frente a él semejantes molinos aguardando a tan arduo lance! No sólo La Mancha castellana puede presumir de molinos de viento. Más allá de la España peninsular, en el archipiélago de las Baleares, una pequeña pero mágica isla también luce con orgullo seis de ellos. Porque, a su valor arquitectónico, unen la importancia que tuvieron en la historia viva de Formentera para la obtención de la harina, producto esencial en la elaboración del pan. Y para ello era imprescindible moler los granos de trigo. Primero, de forma casi minimalista, con los llamados ‘molinos de sangre’, traccionados por animales que daban vueltas alrededor de una muela.
En las proximidades de Sant Francesc, la capital insular, hay dos, los llamados ‘molinos de la Miranda’: el Molí d’en Mateu, cerca de la iglesia; y el Molí d’en Jeroni. Construidos ambos en el siglo XIX, dejaron de funcionar en los años 50 del siglo XX. Cerca de Sant Ferran pueden admirarse otros dos: el Molí d’en Teuet (1773), primero del que se tiene constancia documental, que dejó de moler en 1964; y el Molí de ses Roques (1797), sin funcionamiento desde 1936, que hoy día está integrado en una vivienda.
Los otros dos restantes están en la zona de la Mola. Uno es el Molí d’en Botigues, de finales del siglo XIX, que molió hasta mediados del siglo XX. Y el otro es el más bello y mejor conservado de la isla: el Molí Vell de la Mola. Ubicado a las afueras de El Pilar de la Mola, rumbo hacia el faro, es el único de los seis que puede visitarse –gratuitamente– en su interior (todos los miércoles, de 17:00 a 20:00). Construido en 1778, está declarado como Bien de Interés Cultural tras ser rehabilitado totalmente, incluido su mecanismo tradicional, por lo que puede admirarse su fabuloso engranaje.
Son muchas las leyendas que circulan alrededor de los molinos de Formentera. Si acudís de visita, es posible que los más viejos del lugar os aseguren que el archiconocido cantante y compositor Bob Dylan se quedó a dormir en un molino de La Mola en el verano de 1967. Lo que si es cierto y está comprobado, es que la banda británica de rock psicodélico Pink Floyd estuvo en la isla para el rodaje de la película ‘More’, para la que compusieron la banda sonora. Queda para el recuerdo la escena en la que los protagonistas juegan con las aspas del molino de Sant Ferran, cual Don Quijotes, pero al estilo ‘hippie’.
Vuelta a los orígenes.
El producto de proximidad de Formentera es una seña de identidad. Eso bien los saben en la Cooperativa del Campo, que tras varios años reactivando el sector primario de la isla, han apostado por volver a moler el trigo local y convertirlo en ‘harina de xeixa’. Para ello han adquirido un molino ubicado en un polígono industrial entre La Savina y Sant Francesc. El objetivo último es que esta harina obtenga la certificación DOC, para así convertirse en otro de los apreciados productos con sello Formentera y recuperar ese sobre nombre de ‘isla del trigo’.
Más información: https://www.formentera.es